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Monte y culebra, el Camarada invisible



José Roberto Duque

Están los que son chavistas y están conscientes de lo que eso significa.

Están también los que creen que son chavistas o decidieron engañar a los demás llamándose a sí mismos chavistas, sin merecerlo. Gente que cree o prefiere creer que ser chavista consiste en ir a votar por los candidatos del chavismo y esperar a cambio unos favores y contactos por allá arriba. También hay gente que cree que ocupar un alto cargo en el Gobierno la convierte automáticamente en chavista, haga el desmán que haga, así despedace y escupa con cada acto vergonzoso lo que el chavismo significa.

Y está el sector del que forma parte Jesús Salas, “Chui”, guerrero instalado en las montañas de Trujillo.

Chui Salas es mecánico, tecnólogo, agricultor e hijo de Silvia; esto último lo convierte en mago o en aspirante a sabio.

El año pasado le hice un video en su conuco; el hombre manipulaba (mal) una tragavenado de mediana estampa y la belleza de culebra se la cobró más o menos barato, mordiéndole una mano. Estas constrictoras no son venenosas, pero pegan unos mordiscos sabrosos o más o menos. Pero el cuento donde Chui sale mejor parado con los animales es este otro.

El hombre vive en una casita más o menos precaria de zinc y cañabrava cerca del Alto de Escuque, así que decidió hacer otra mejor, de barro; el hombre no tiene plata ni ignorancia suficientes para construir con cemento y bloques. Como el material que quiere usar es la tierra de bachaco entonces procedió hace ya un año de esta manera: sembró unos cortes de yuca, solo para estimular a los bachacos a trabajar para él: los bachacos arrasaron con la yuca y a cambio produjeron una montaña monumental de tierra en su hormiguero. Resultado de este convenio entre seres en armonía: ya Chui tiene con qué empezar a construir.

Chui es pobre. Si le llega a caer un equipo de técnicos del Cenda (esa entidad que determina quién está más jodido, basado en lo que ellos mismos bautizaron “cesta básica alimentaria”) lo etiquetarían en el segmento X, Y o tal vez Z de la escala social. La razón es que los indicadores que determinan la pobreza en nuestras sociedades capitalistas son la capacidad de compra de alimentos empaquetados y vendidos en expendios. Así, si usted vive frente al mar y es pescador, pero declara en la encuesta del Cenda que no compra sardinas enlatadas, que es lo que la cesta o canasta básica considera comida, usted figurará en los registros como un ciudadano que no consume pescado. Igual con el arroz, el azúcar y las carnes: si usted produce esos rubros, pero no va al mercado a comprarlos, usted figurará como alguien que no come esas cosas porque no tiene cómo comprarlas.

Chui surte de comida a docenas de vecinos, que se acercan a su inmenso conuco a pedirle maíz, ocumo, cambures, topocho, frutales varios; todo el carbohidrato, granos y aliños que quieran está allí en su sembradío, que hace las veces de supermercado, y él entrega lo que puede a cambio de otros alimentos, a cambio de trabajo o a cambio de nada. Alguna vez, cuando la escasez me castigó y me hizo doblar las rodillas, acudí a este compañero tan generoso como humilde a truequearle semillas y servicio de transporte por comida. El hombre es cristiano evangélico, pero a pesar de eso es una tremenda persona, un ser humano formidable. De paso es tecnólogo, inventor y reparador de objetos útiles.

Regresando al principio, al tema de las clasificaciones del chavismo: Chui es un singular ejemplar de chavismo, al que la militancia o la dirigencia suele ignorar olímpicamente, darle la espalda, o simplemente considerar del otro bando. Este caballero se declara políticamente hastiado de todo, no le interesa la militancia y tiende a creer que el Gobierno lo hace todo horriblemente mal, pero es esencialmente chavista, vitalmente chavista. Su forma de vida, su actitud ante la gente y ante el mundo resume y sintetiza lo que deberíamos ser los chavistas. Chui es chavista pero no lo sabe: tras ese ejemplar humano, que los hay por miles en Venezuela, debemos salir a indagar e investigar. Así crean o sientan que no son revolucionarios, los Chui de la patria son más efectivos e importantes para la Revolución que ciertos personajotes que avergüenzan nuestra corriente histórica.

Esa sabiduría recóndita, esa forma de ser y de existir en sociedad, es la que le ha permitido a Venezuela sobrevivir, y no se debilita ni se extingue, sino que se estimula con la pelazón, los apagones y el secuestro de gas, combustible y otras fuentes y formas de energía. El país está lleno de este tipo de camaradas invisibles. Díganles a los gringos que ya pueden empezar a zumbar los misiles.

José Roberto Duque

Fuente: https://bit.ly/2EC7APQ


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