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▷Gambeteo a once ingleses✔






Roberto Bardini
23 de junio 2021
 
LA "MANO DE DIOS" Y LOS NUDILLOS DEL DIABLO. A las 16:09 horas del domingo 22 de junio de 1986, Diego Armando Maradona hizo en el Estadio Azteca de México el gol más famoso y controvertido de la historia, ayudado por "la mano (izquierda) de Dios".

Cuatro minutos después, desde la mitad del campo argentino y gambeteando a cinco ingleses, con un virtuosismo de ballet en cámara rápida, Diego realizó el segundo gol más notorio de toda su carrera. Ese día del Mundial de Fútbol México '86, la selección argentina le ganó dos a uno a la inglesa.

Al atardecer, un numeroso y desmoralizado grupo de "hooligans", el terror británico de Europa, deambulaba por la avenida Reforma rumbo al monumento del Ángel de la Independencia, en el cruce con la avenida Florencia. Eran los mismos violentos desocupados, cabezas rapadas y neonazis financiados por el ultraderechista Frente Nacional británico, que ya habían cometido desmanes en Monterrey.

Estaban muy agresivos. Bebían cerveza, arrojaban botellas vacías, insultaban a los automovilistas, hacían gestos obscenos a los transeúntes. No podían imaginar que en pocos minutos se desataría el infierno y que sufrirían la segunda, más violenta y contundente derrota de aquella jornada.

De pronto, fueron atacados desde la retaguardia y por dos flancos de las calles aledañas. Eran los "barrabravas" de siete equipos argentinos que habían depuesto sus diferencias irreconciliables y decidieron unirse contra el enemigo histórico. Después se supo que se trataba de 28 "barras" de Boca, 12 de Estudiantes de La Plata, siete de Chacarita y cerca de una veintena de Rácing, Vélez Sarsfield, Talleres de Córdoba y Nueva Chicago. Lo peor del fútbol rioplatense se enfrentaba a lo peor del Reino Unido.

Pero los argentinos contaban con dos refuerzos importantes: por un lado, unos cuantos escoceses, mayoritariamente del Celtic de Glasgow, que detestaban con idéntico fervor al Reino Unido y a los "hooligans". Por otro, un grupo de exiliados argentinos -muchos ex militantes de la Juventud Peronista- que también habían depuesto sus diferencias, todos curtidos en actos relámpago, movilizaciones callejeras y enfrentamientos con la policía en los años 70. Algunas belicosas chicas alentaban desde los márgenes a sus compatriotas.

Previamente hubo una reunión donde se planificó la emboscada, se hizo una labor de inteligencia y se decidió la ubicación de tres grupos de ataque. La pelea duró 20 interminables minutos, sin armas, a trompadas y sin muertos, bajo la pasiva mirada de sonrientes policías antidisturbios mexicanos que no intervenían. Finalmente, superados en número, vapuleados, con todas las banderas de sus equipos capturadas -y posteriormente quemadas- y haciendo señas de rendición, los temibles "hooligans" huyeron con la protección de los policías que deseaban que el enfrentamiento finalizara. Varios fueron hospitalizados.

Aún eran recientes las heridas de la guerra en las Malvinas de cuatro años antes. Ese recuerdo logró que los "barra bravas" adversarios hicieran un sólido frente común y que a los despolitizados lumpenes futboleros se sumaran los politizados exiliados argentinos, todos tras la misma efímera, feroz y simbólica revancha histórica.


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