* Miguel Ugas (02/01/2021)
En los últimos días, se ha convertido en tema recurrente, en tertulianos espacios políticos, el referido al tratamiento que se le debe dar a la ya averiada figura del “presidente interino” Juan Guaidó. En los que hemos tenido oportunidad de estar presente se han hecho sentir, al respecto, enfoques encontrados que creemos necesarios reseñar.
De entrada, luce
pertinente manifestar que entendemos la oportunidad que este tema tiene
en estos momentos, precisamente, cuando está por instalarse la nueva Asamblea
Nacional y, en los Estados Unidos, cuyo gobierno saliente fue el creador de
este frankenstein local, está por inaugurarse un nuevo inquilino en la Casa
Blanca washingtoniana.
Estos dos
elementos, son relevantes a la hora de analizar el tema en cuestión, porque, en
primer término, al constituirse el renovado Poder Legislativo, tal cual como lo
contempla el artículo 219 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, el próximo 5 de enero, el argumento de la pretendida presidencia interina
guaidocista queda, irremediablemente, sin soporte alguno, eso, naturalmente, en
el orden interno.
Y en el orden externo, está por verse si el señor
Biden que, a partir del 20 de enero, pasa a ser el nuevo mandamás estadounidense, va a continuar
con el sainete que montó su antecesor, al que, por cierto, le resultó tan malo
que, hasta analistas de la política gringa, destacan que ese hecho incidió, por
supuesto, negativamente, en su adverso y traumático desenlace electoral.
A juicio con su comparsa
Tomando como base estas consideraciones los
contertulios expresan sus criterios, en términos dilemáticos, resaltando,
algunos, el enfoque de que el ahora ciudadano común Juan Guaidó,
inmediatamente, después de la instalación de la asamblea Nacional, debe ser
sometido a juicio para que responda por
las graves consecuencias que sus antipatrióticas actuaciones le han ocasionado
a la república y al pueblo venezolano. Y que junto con él, todos aquellos que
le sirvieron de comparsa deben, también, ser procesados. Se considera que los
crímenes cometidos contra la patria han sido de tal magnitud que, bajo ningún
concepto, se puede aceptar que haya impunidad. Y en ese sentido plantean que
hay que tomar medidas para evitar una eventual huida de tan nefastos
individuos.
Evitar martirizarlos
Otros, más cautos, sostienen que si bien Guaidó y sus
secuaces son merecedores de las más fuertes sanciones por su anti patriotismo y
por los robos que han cometido contra los recursos nacionales, hay que evitar,
a toda costa, convertirlos en mártires, que es lo que podría suceder en caso de
que se proceda a encarcelarlos, arguyen, también, que eso sería ampliamente
utilizado por la derecha internacional y las corporaciones mediáticas para
emprender una mayor campaña desestabilizadora del país. Y que, al fin y al
cabo, aún no se sabe cuál será la política que desarrollará hacia nosotros el
nuevo administrador imperial.
“Hasta con el mismo diablo”
Por otro lado, hay quienes sostienen que en aras de
garantizar la paz y mayor estabilidad política e institucional del país, hay
que impulsar y lograr un gran diálogo nacional que involucre a los más amplios
sectores y que, inevitablemente, eso pasa por estimular y aceptar dialogar,
también, con el guaidocismo, es decir, con la oposición subversiva e insurrecta
que se ha planteado como objetivo político, incluso, el asesinato del
presidente Nicolás Maduro. En aras de la paz social, consideran, hay que estar
dispuesto a sentarse a conversar “hasta con el mismo diablo”, como sería el
caso, por supuesto, con el gobierno estadounidense, siempre en un plano de
reconocimiento y respeto mutuo.
Siendo así los enfoques expuestos, por nuestra parte,
creemos que para abordar el tema en cuestión, el del cuestionamiento a Guaidó y
sus cómplices, además de los elementos que se manejan de carácter político,
económico, geopolíticos, etc., que están implícitos, es pertinente incorporar
los de carácter ético y moral.
Perversa conducta criminal
En ese sentido pensamos que las acciones de Guaidó y
compañía son de tal magnitud, si bien, en contra del gobierno, pero, sobre
todo, en contra del país y del pueblo venezolano que no hay excusas posible
para solaparlas o mediatizarlas. Ha sido, ciertamente, una conducta criminal
que, apuntalada en el poder imperialista y en la derecha internacional, no ha
escatimado perversidad con tal de alcanzar sus despropósitos: clamar por una
intervención militar extranjera contra la patria, contribuir a sustraer
recursos del país ubicados en el extranjero, suscitar sabotajes a los servicios
públicos, intentar magnicidio, fomentar el desabastecimiento de productos
básicos para la dieta del pueblo y de insumos para el aparato productivo,
usurpar funciones que no le corresponden, concertar pactos con el
narcoparamilitarismo, promover bloqueo
económico, comercial y financiero del país sin medir las consecuencias de
distinta índole en contra de la vida de los venezolanos y venezolanas, atentar
contra la salud del pueblo impidiendo la entrada de medicinas, particularmente,
en esta época de pandemia, promover el desprestigio del país en foros
internacionales, pretender negociar nuestro territorio esequibo, ponerse al
servicio de potencias extranjeras sin importarle socavar la soberanía nacional,
enriquecerse a costa de recursos del pueblo, mentirle a sus propios partidarios
creándole falsas expectativas incentivando en su seno una mayor disociación,
desvirtuar totalmente el papel fundamental que le corresponde jugar al Poder
Legislativo en la estructura republicana venezolana, etc., en fin, todo un
dechado de egoísmo, de antivalores, antivenezolanismo, de antipatriotismo, de
antipueblo, cuyas consecuencias han sido
trágicas para la vida política, económica y social de los venezolanos y
venezolanas.
Fuerte castigo
La conducta de Guaidó y sus más allegados copartícipes
le ha afectado la vida tanto a los partidarios del bolivarianismo, a los
sectores opositores como al conglomerado independiente, es decir, al pueblo
todo,-con lo cual ha logrado cosechar un aislamiento y rechazo cada vez más creciente
de la mayoría de la sociedad venezolana, quedando en evidencia tan
incuestionable realidad en la exigua concurrencia en las oportunidades en que
convoca al pueblo a manifestarse en las calles y en la patética consulta que
intentó realizar en diciembre pasado y que concluyó en un auténtico y palmario
fracaso-, por tal motivo él y sus secuaces son acreedores de un fuerte castigo.
Pero, al mismo tiempo, está presente la necesidad de
crear las bases de un dialogo nacional que permita sacar al país de la crisis
política en la que está sumergido y enrumbarlo por la senda de la recuperación
económico-social, diálogo en el que, entendemos, es importante la participación
más amplia posible He allí el dilema,
entonces, habrá que hacer abstracción a los grandes delitos cometidos por el
guaidocismo en aras de la convivencia nacional?
No hay reparo posible
A nuestro juicio la respuesta a tal dilema está antes
que todo, en el orden ético y moral, que también es político, pues, frente a la
conducta gravemente delincuencial del guaidocismo no hay reparo posible que no
sea el castigo, el pueblo venezolano no entendería una salida distinta al
problema planteado, más bien sería un aprendizaje negativo el dejar sin castigo
a quienes han actuado con tan perversa saña en contra de los intereses nacionales,
el no castigarlos sería atentar contra la moral social y en nada contribuiría
con el objetivo de fomentar la
convergencia nacional, quienes convergen, concilian o dialogan son los que
asumen la necesidad y trascendencia de hacerlo, que no es el caso de los
guaidocistas, muchos ya han sido beneficiados con medidas de excarcelación pero
lejos de acogerse a la práctica democrática, por el contrario, persisten en la
aviesa práctica de la subversión y el terrorismo.
Por otra parte, se entiende que hay que conversar con
la nueva administración imperial, efectivamente, como dice el presidente
Maduro, sin agenda previa, pero ello no puede estar sujeto a que se tenga que
eximir de responsabilidades a Juan Guaidó y compañía, en todo caso, ya este
monstruito no le sirve al imperialismo, pues, la película para la cual fue
hecho ya es demodé .
*miguelugas@gmail.com
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