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Experiencia educativa revolucionaria

Por Henys Peña

La formación en el seno de una organización revolucionario, denominada frecuentemente ideológica aun luego del largo análisis ya adelantado en estas tierras por Ludovico Silva, se inicia en la instancia básica que aglutina a sus miembros, podríamos decir que frecuentemente es precedida por la “sensibilización” en algún movimiento social, comunitario, sindical y/o estudiantil, y que de allí se desprende, en la mayoría de los casos, el hilo conductor a la militancia.


En estos tiempos de profundos cambios en el mundo educativo, transformación tecnológica, y considerando los peligros, pero también las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías, incluyendo las redes sociales, pero adicionando, y nos atrevemos a aventurarnos en esta doble apreciación, que hay severas deficiencias en los procesos formativos, y que estas falencias se originan en la lenta adaptación a las nuevas realidades.
La frase maravillosa y clave de V. I. Lenin “Vencer la inmensa fuerza de la costumbre” tiene cabida en todas las dimensiones del hacer político, tanto colectivo como individual, de quienes declaran al mundo su condición de revolucionarios, pero Eduardo Gallegos es contundente en su texto “Las Cualidades del Dirigente”, al afirmar “De la actividad de dirección de los Jefes, dirigentes y/o cuadros políticos, en la conducción de las estructuras nacionales, medias o de base, de nuestra organización, depende el éxito de la labor de educación, instrucción, preparación general o particular”, y con la visión del comunista que es, insiste “Conjuntamente con el carácter científico de la actividad de dirección, tenemos otro de relevante importancia: el carácter educativo, instructivo y de desarrollo multifacético de los hombres. Es decir, dirigir no es mandar, aunque ello lo presuponga, sino preparar al hombre integralmente para la acción política que está orientada hacia los más altos beneficios de la nueva sociedad que pretendemos construir, tanto en la esfera político-ideológica como en lo profesional, ético, intelectual, entre otros rasgos. Para el logro de esto es necesario el empleo de adecuados métodos de educación”, resaltamos lo evidente, pero frecuentemente desdeñado, la preparación ha de ser integral, tanto en lo ideopolítico como en lo ético profesional, con ello, llegan los recuerdos de los primeros días de militancia y un secretario político que ponía tanto empeño en que leyera el Manifiesto del Partido Comunista, como en que aprendiera a manejar, completara un curso de cerrajería, o aprendiera y luego dictara cursos de contabilidad.

Desarrollo profundo merece la idea de E. G. Mancera sobre los adecuados métodos de educación, por lo que en una época en que las bibliotecas parecieran espacios en vías de extinción, nos preguntamos; ¿seguirá siendo la lectura individual la estrategia fundamental de formación ideopolítica?, ¿en qué medida y de qué manera aplicar al mismo tiempo las nuevas tecnologías y la investigación acción? preservando los principio y protegiendo la organización.


Los retos de este nuevo siglo, en el que el signo distintivo de la explotación es la aplicación creativa y altamente eficiente de la tecnología en todas las áreas de la existencia humana, imprimen particular importancia a la educación y a la adecuada selección de los métodos y su aplicación, si se ha hablado y discutido profusamente sobre la “combinación de las distintas formas de lucha”, hoy es menester actuar en igual sentido cobre la “combinación de las distintas formas de educación” desde la tradicional, académica y formal, hasta los métodos de estudios a distancia, pasando por el sujeto colectivo de investigación.

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