Recién iniciado el año 2020 falleció uno de los personajes más sabios, curiosos y significativos que ha dado la humanidad. Se trata del más grande creador de chistes del mundo. Esta persona siempre quiso mantener en el anonimato su identidad y procedencia aunque hoy se sabe el sitio de su nacimiento y deceso: Venezuela.
Fustigó todo intento de encontrar su paradero debido al rechazo a toda forma egocéntrica conducente a la fama, la vanagloria, la admiración o la genuflexión hacia su persona. De humildad equivalente a las justas dimensiones de su obra, jamás quiso ser objeto de investigación, entrevistas, persecución, acoso por motivo de la inmensidad, notoriedad o significación cultural alcanzadas por sus logros.
Sin embargo, la grandeza ocupada en el fruto cultural obtenido por esta decorosa persona, relacionada con su pueblo, está en el vínculo sostenido con mucha fuerza por la alegría, el humor, la gracia, la guasa, la chanza y toda una gama de estados discursivos y miméticos, orales, escritos o visuales, dirigidos a destacar actos como la sonrisa o el sonreír, la carcajada, la burla hasta llegar al cultivo del chiste. En el país que hoy ve desaparecer físicamente a uno de sus más grandes creadores, todo, absolutamente todo vive, pervive y se realiza mediante un estado de la alegría del alma que se ha bautizado en los últimos años con la metáfora: jodedera. Esto quiere decir que los habitantes de esta nación (sobre todo el pueblo) tienen la fuerte tendencia a ser alegres, o sea, a ser unos jodedores y jodedoras. En llana definición serían personas que en cualquier estado profundo, siempre están pensando armonizar o apuntalar su vida mediante una jodedera para buscar la felicidad; estos pueden aplicar la jodedera pegando bloques, manejando un automóvil, rellenado una arepa, martillando un pavimento, pintando un cuadro, contemplando un atardecer, podando una planta, dando una clase, atendiendo un parto, despachando el pan en una bolsa, tocando un cuatro, cargando un saco de harina, escribiendo en una computadora, durmiendo un niño y otras infinitas situaciones de trabajo o reposo, ya que el gran creador de chistes cuenta con un ejército inmenso de contadores y contadoras de chistes dispuestos a hacer del trabajo riguroso, una actividad armonizada con la alegría. Aunque algunas potencias políticas crean que por esta felicidad cumplida no sea capaz de defender su tierra con dignidad y arrojo, este pueblo ha demostrado arrecharse cuando ha sido necesario.
A diferencia de lo considerado en las Españas, joder en Venezuela tiene dialécticamente un doble significado, tal y como sucede con muchas palabras; tiene la acepción negativa que dice de una situación provocada para perjudicar a alguien (por ejemplo: la van a joder o está jodido) y la positiva, provocada para hacer salir o sacar de una situación embarazosa, trágica o triste a personas y colectivos o para burlarse del mundo en definitiva (¡Vamos a montarle una jodedera a este pana para que se alegre! -Se suele decir). El caso es que este creador recientemente fallecido era un insigne jodedor que, como todo hombre o mujer del pueblo venezolano, fue tanto al lado alegre y humorístico de las cosas, que desde hace más de un siglo (murió a la edad de 184 años) se dedicó a ofrendar la totalidad de su intelecto a la creación de chistes de variado tipo. Por supuesto, su longevidad constatada se debe al ya reconocido poder sanador de la sonrisa, la risa, la carcajada, la alegría y afines que conducen al buen humor. Además, estas obras maestras del humor y la alegría fueron siempre extraídas de situaciones que a la gente le ocurrían.
Una de las razones por la cual nuestro personaje se negó rotundamente a revelar el lugar de su fallecimiento estriba en la necesidad que para él significaba no inclinar la balanza hacia un gentilicio o pueblo en específico que denotara privilegio intelectual o chistoso que luego pudiera tentar a cierta base científica a realizar ociosas investigaciones genéticas u otras barbaridades. El más grande creador de chistes de la historia del mundo que hoy fallece en Venezuela siempre consideró que en cualquier lugar de esa tierra de gracia (a decir de algunos) salta una jodedera del lugar menos pensado. De allí que hoy podamos declarar que existen 24 centros regionales de creación de chistes (que podemos considerar de alcance mundial si tomamos en consideración la conformación internacional en redes) con sus respectivos organismos locales que colocarían este palmarés, en toda una organización anónima capaz de dotar de risas, alegría, jodederas a mucha gente, y así contrarrestar las situaciones más trágicas por las cuales podamos transitar.
En cada esquina de Venezuela hay uno o más jodedores y jodedoras tramando como alegrar la vida a los demás o sacarlas de cualquier apuro. Esto quiere decir que es posible que la totalidad de jodedores alcanzaría cerca de treinta millones de personas, excluyendo por supuesto, a una cantidad necesaria de amargados, aguafiestas, tristanes, oligarcas, capateces, caporales, encargados, pedagogos, tombos, maridos, jefes, sepultureros, cardenales y otros especímenes, dispuestos a hacer el muy serio contrapeso que sólo provoca que la jodedera se acreciente o se incentive. Cuando esto pasa, la jodedera suma a su método un terrible motivo que a veces comporta cierto riesgo; a éste de le denomina chalequeo. En Venezuela se sabe que es preferible calarse la transitoriedad de una jodedera que la vehemencia de un chalequeo.
También quiso este grande hombre que se divulgaran algunos aspectos de su metodología, que como podemos imaginar, es muy simple. Fue toda una labor de colocación de los chistes creados en variados sitios donde cunde la jodedera y el chisme (ágil y zamarro aliado) y el chiste se comunica de manera inmediata y poderosamente extensiva como fuego en pajar, en el entendido de que no hay chiste malo sino mal contado. El paso metódico se puede resumir en: LLEGAR- POSICIONARSE- CONTARLOS- DESAPARECER. El sitio por excelencia de la creación y propagación de chistes es el barrio, contexto por demás contradictorio, de allí que es imposible que el chiste pueda ser creado sin el abono dialéctico de la contradicción; aunque ésta puede hallarse en todo contexto social. Sin duda otros focos chistosos también son propicios para la socialización de los chistes tales como bares o botiquines (santuario de los chistes); últimas noches de velorios (mecas de los chistes); amanecidas de fiestas (especie de capillas aurorales del chiste); centros estudiantiles (cátedras de burla a profesores y directivos); los instantes de tensión cuando una situación cualquiera se está volviendo exageradamente seria (covacha de los chistes); cuchicheos en actos solemnes donde el chiste se riega como la pólvora susurrada, haciendo decir a las personas del estrado: “¿Qué le pasará a esta gente?”.
Tan contradictorio como el chiste mismo es el hecho de que la sucesión como máximo creador de chistes se realiza en un ritual que intenta calcar la elección papal del Vaticano. La totalidad del ceremonial se realiza al paso de las más susurrantes risitas hasta la explosión de sonoras carcajadas que provocan lágrimas. Mientras este acto se llevaba a cabo, la suma alegría en que se encontraba el sano creador (llamémosle así) para pasar a otros mundos o espacios espirituales (sin duda celestiales) ha sido acompañada con un acto de confesión de chistes (no de pecados ni pecaminosos) que contribuyeron con su salud y la de los demás. Al no tener ninguna enfermedad, el cuerpo del gran creador de chistes fue deteniendo paulatinamente sus funciones debido a las extremas exigencias de la vejez entre risillas mínimas, felices y gorgoritos leves, mientras expresaba en susurros los chistes dados a su confesor, quien, por su puesto, debía cuidarse, ya que los mejores chistes son los escuchados una y una y otra vez, y podía morirse de la risa junto al confesado. Como en este ritual sacramental no existe el llamado secreto de confesión, se pudo conocer los chistes de marras.
“Un tipo llega a una taguara con la necesidad de libar alguna bebida espirituosa y se encuentra a un amigo con cara larga: “Pana ¿Qué te pasa?”. “Chico, es que me duele la cabeza y ayer llegué a mi casa y encontré a mi mujer con otro”. “¿Con otro hombre?” –le preguntó sorprendido. Y el otro le respondió: “Con otro dolor de cabeza”. Y rompieron a reír. Quien escuchó exclama: “¡Qué buen chiste!” y sale desaforado para contárselo al primer amigo que encontrara. Poniendo cara larga lo cuenta: “Sabes, amigo, que anoche llegué a mi casa y encontré a mi mujer con otro”. Y éste le responde: “Caramba, pana, yo lo sabía, menos mal que te diste cuenta por ti mismo”.
“El coronel de un destacamento llama al sargento de una columna para informarle que al cabo Pérez se le ha muerto su señora madre. “Caramba, mi coronel -dice el sargento, tenemos una dificultad seria para darle la noticia, ya que el cabo es muy sentimental y temo que le pueda dar un ataque de nervios”. “No se preocupe, -replica el coronel, yo me caracterizo por tomar estas situaciones con sutileza. Observe sargento. ¡Soldados, a formación!”. Una vez formados, el Coronel les ordena: “Den un paso al frente todos los que tengan la mamá viva!”. Mientras los soldados dan un paso al frente el coronel dice: “¡Epa soldado Pérez! ¡Usted no!”.
A continuación, el sumo provocador de risas, entre pequeños y felices soponcios, consagró la inocencia con la tragedia:
“En el gallinero, un pollito llora desconsolado. “¿Por qué lloras pequeño?” –le pregunta el gallo. El pollito responde jipiando: “Es que mi mamá se fue a un sancocho y no ha regresado”.
Quiso retratar por igual esos momentos en que las fiestas acaban rendidas a la madrugada y quedan rezagados entre familiares de la casa y amigos que deben esperar a que amanezca, quienes se dan a reírse de chistes de elefantes que es como reírse de cualquier cosa:
Quiso retratar por igual esos momentos en que las fiestas acaban rendidas a la madrugada y quedan rezagados entre familiares de la casa y amigos que deben esperar a que amanezca, quienes se dan a reírse de chistes de elefantes que es como reírse de cualquier cosa:
“¿Cómo se pueden matar a tres elefantes con una lata de pintura rosada y una brocha? –Todos y todas muertos de sueño dicen “no sabemos”: -Fácil. Pintas a uno de rosado. Dos se mueren de la risa y el pintado se muere de la arrechera”. Salen risas entre bostezos.
“Un tipo va una mañana manejando su automóvil por un paraje desconocido y se le espicha un caucho. Sale rápidamente a cambiarlo. Abre la maleta, saca el gato y recuerda que la llave de cruz la tiene debajo de su asiento. Va a buscarla y cuando regresa el gato ha desaparecido. Desconcertado sale a caminar para buscar alguien que le preste uno hasta llegar a una comunidad. Narra lo sucedido a un parroquiano diciéndole al final: “Quisiera que alguien de aquí me consiga un gato”. El parroquiano le señala una casa muy humilde. Al entrar, el tipo se da cuenta de que se trata de una mujer que practica el chamanismo quien le invita a sentarse. Echa su tragedia de nuevo y ésta le dice: “Yo te voy a decir lo que pasó con su gato”. Moviendo unas cartas en una mesa con un mantel de lunas, soles, estrellas y profiriendo unas oraciones extrañas le dice al tipo: “A su gato no se lo robaron, se lo envenenaron por envidia”.
“Un campesino que vivía con su madre y un pequeño hermano en condición de discapacidad al cual llamaban “tronquito”, decidió salir de cacería para matar a un tigre sebao que atentaba contra la tranquilidad de la vecindad. La madre le ruega al hijo que se lleve a su hermano “tronquito” para compartir su aventura. “Cómo lo voy a llevar Maíta –exclamó el cazador- si “tronquito” no tiene brazos ni piernas. “Te lo llevas en el morral y así ve tu hazaña de matar al tigre desde tu hombro” –exigió la doña. El hombre obedeció y cuando estuvo frente al inmenso animal se asustó tanto, que soltó la escopeta, el morral donde llevaba a “tronquito” y corrió de regreso a su casa. Llegó balbuceando: “Mamá, mamá te tengo una muy mala noticia”. “¡Milagro de Dios!” –dijo la Madre. “Tronquito llegó hace como media hora”.
“Un nadador gringo con especialidad en atravesar ríos, lagos, mares y océanos, llega a Venezuela para hacer una exhibición en el Lago de Maracaibo. En la rueda de prensa, el norteño, inflando el pecho como Popeye, reta a cualquier lugareño a que se mida con él durante todo el trayecto. Unánimemente, toda la gente selecciona al Cambao Luis porque era salvavidas de playa. Con humildad y obligación el seleccionado y el arrogante retador arrancaron desde sus marcas la mañana señalada. El Cambao cogió ventaja pero en un momento, el gringo pasó a su lado como una lancha cibernética y le sacó ventaja. Cuando estaba suficientemente lejos, el gringo se detuvo y de manera burlona le gritó al Cambao Luis: “Come on, magacuchou, Come on” (traducción: “Vamos, maracucho, Vamos”) llamándolo con el brazo agitado. Sorprendido, el gringo ve cómo el maracucho pasó como una lancha cuántica, atravesó el puente por debajo y no se detuvo hasta llegar a la meta. El gringo llegó derrotado al mucho rato para felicitar al Cambao Luis que estaba feliz rodeado por toda la gente y le susurra al oído: “Cagamba, magacuchou, ¿Cómo hace paga nadá tan gápido?”. Y éste respondió aún asustado: “¡Molleja gringo! Cuando me dijiste que venía un Caimán no me paré en artículo”.
Otro cuento deportivo surgió mientras la respiración del excelente creador, percutaba espasmos de regocijo:
“El financista principal de un equipo de béisbol juvenil llamado El Trabuco, pidió al entrenador que colocara en el roster a su hijo, quien no sabía jugar y ni entendía del deporte. El entrenador le daba al prospecto las señales con paciencia pero el párvulo nada que jugaba bien; era puro ponche al batear, todas las pelotas se le iban entre las piernas y los elevados le caían en la cabeza si no se apartaba. Estaba condenado al banco. El financista pedía aunque sea un turno al bate como emergente para su muchacho y el entrenador se hacía el sordo. El Trabuco llegó a la final del campeonato en un sensacional juego de muchas entradas donde ambos equipos usaron todos los jugadores. Como a veces sucede, perdiendo por tres carreras y cerrando la entrada, los muchachos de El Trabuco llenaron las bases con dos out y adivinen… ¿quién tuvo qué batear? El entrenador acomodó al muchacho en el cajón de bateo y le repitió la instrucción de cómo darle a la pelota. Todos esperaban un solemne ponche. Luego de dos supremas bolas de humo del lanzador contrario, el muchacho le hace swing sonoro a la siguiente pelota que se eleva, se eleva, se eleva y se va de jonrón. Aquel joven sorprendente daba gritos y saltos inmensos al recorrer las bases y al pisar la caja con la carrera del gane, continuó saltando y gritando entre la gente contenta. Cuando el padre lo abraza, ve que está privado por el llanto: “Hijo -le dice: ¿Por qué lloras? ¿No ves que ganaste el juego con tu batazo?” Y el muchacho responde entre lágrimas: “Lloro porque le di con el codo”.
No podía faltar uno que alardeara el hipocorístico o apodo o sobrenombre que narró al confesor como conteniendo una última risa:
No podía faltar uno que alardeara el hipocorístico o apodo o sobrenombre que narró al confesor como conteniendo una última risa:
A un famoso jugador de cartas llamado Julián le decían soterradamente el remoquete de “Limonada”, asunto que le disgustaba hasta la muerte. Cierto día, mientras “Limo…” perdón, Julián, jugaba una partida tensa cuando tres tipos que miraban, deciden animar el sobrenombre en público gritando: “¡Agua!”, “¡Limón!”, “¡Azúcar!” y el aludido se levanta de la silla con un revólver en la mano diciendo: “El que me revuelva eso lo mato”.
“Estaba Dios colocando el nombre a todos los animales durante la creación: “Tú que te arrastras por el suelo, sacas la lengua y picas te llamarás Culebra”. Y un diminuto animalito saltaba preguntando repetidas veces: “¿Y yo Dios?”, “¿Y yo Dios?”, “¿Y yo Dios?”. Continuaba Dios: “Tú que llevas dos cuernos gigantes y esa trompa larga te llamarás Elefante”. “¿Y yo Dios?”, “¿Y yo Dios?”, “¿Y yo Dios?”, saltaba el animalito. Tú que vas por los mares y sueltas agua por la joroba te llamarás Ballena” “¿Y yo Dios?”, “¿Y yo … “¡Cállate Ladilla!, -tronó Dios.
Había un gran baile de animales en el cielo y San Pedro anuncia que se acababa el hielo y por orden de Dios, los animales con la boca más grandes debían buscarlo. Entonces el Hipopótamo le dice al Caimán: “Vamos, no te escondas y agarra ese tobo que está ahí”.
Finalmente y como no podía faltar, dedicó su despedida de este mundo al difícil arte del chiste político:
“Al morir el famoso político ruso llamado Lenin, su alma fue directo al infierno debido a sus antecedentes de comunista, faccioso, agitador, come niños, ateo, contrario a la propiedad privada, no se baña y un largo etcétera. El Diablo reía de satisfacción al tener a tan importante condenado. Al poco tiempo, reportan que en las pailas ardientes había un agite, ya que los condenados estaban exigiendo mejoras en sus condiciones y no pocos diablos se les estaban sumando. Desesperado, el Diablo llama por teléfono a San Pedro: “Oye Peter, creo que ha habido una equivocación, aquí me han traído a un tal Lenin que no reúne el perfil infernal, yo creo que este tipo es más bien un celestial. ¿Qué tal si te lo llevas y le hacen una prueba?”. En su eterna bondad, San Pedro acepta. Pasado el tiempo del canje, el Diablo se extraña de que en el cielo no haya habido ninguna noticia de aquel político y decide llamar a San Pedro: “Peter, ¿Qué hubo? Recuerdas aquel tipo que te enviamos hace tiempo, ¿Qué ha sido de él? Un tal Lenin”. Y San Pedro responde con voz firme: “Cómo que un tal Lenin? ¡Nuestro camarada Lenin!”.
Y así expiró el más grande creador de chistes del mundo. En ceremonia altamente discreta, rindió su existencia física y consagró espiritualmente su legado cultural. Sin embargo, no hay ausencia alguna en la labor cumplida que debe continuar hasta el infinito, porque el sucesor o sucesora, ya anda por todos los rincones de Venezuela tomando su lugar y creando chistes para que la humanidad los cuente y sonría con salud y felicidad. Puede estar en la esquina el nuevo creador, viajando en la buseta, reunido con otros salidos y metidas en una plaza, conversando con el dependiente del mercado, coleado antes de una reunión política, en un novenario dando pésame a gentes que ni conoce y recomendando remedios contra los males, entre los soldados de un cuartel relajando el orden cerrado, bailando en una fiesta, en un consultorio médico haciendo sonreír a los enfermos. Allí, sí, allí donde lo imaginemos, entre serio y sonriente, dispuesto a la alegría, a la jodedera, lanzando su próxima creación.
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