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Jaime Betancourt “en este día de la intriga / de la duda” de la muerte

Por Rúkleman Soto Sánchez (09/10/2018).-

Me dicen que ya ganó la infinita errancia el Sumo Vándalo de los limbos, el diácono de los precipicios, el pontífice de afiladas tinieblas. Yo no sé, tengo mis dudas al respecto porque si alguien puede alcanzar la muerte prometida y seguir haciendo su mítico papel en los infiernos, ese es Jaime Betancourt, poeta sediento que encontró redención en la iracunda sensorialidad exaltada.

“Dadá el primigenio” le entregó su estrella y su brújula de mil agujas disparatadas a éste bardo del abismo que va “mordiendo los vocablos” hasta hacerlos sangrar amorosamente, demoliendo con el venablo maldito de sus versos la arquitectura de espejos que ocupamos con más miedo que certidumbres.

Habitante del “valle promisorio” donde todo indicio de ternura fue execrado, renace poéticamente en la palabra atroz, con el padecimiento de una melancolía de puñales que lo hacen incapaz de aquietarse, por eso está inhabilitado para sentarse a yacer en “la loza fría” de su tumba. 

Jaime es un acribillador incandescente, una metralla de adjetivos dadores de temblor. No promete bondad ni purificaciones melifluas, ni se arrepiente, ni lava su alma frente a sospechosas idolatrías, porque sabe que de él será el Reino sin tener que renunciar “al caldo de las apetencias”. 

Destripar las imposturas ha sido su arte, el pequeño detalle de la muerte (siempre intrigante) no será más que “vuelco del principio / del atlante perverso infante". Ahí sigue “volcando el verbo todo hoy / en este día de la intriga / de la duda”. He ahí un forajido de las palabras que “enreversó” el mundo y le puso el caldo morao a los aburridos comensales del picnic de las buenas almas acomodadas en su autoimpuesto letargo. He ahí un asaltante de las petulancias “que lucha con este corazón disecado”, un errante que vino a “vengar el asesinado espíritu del amor”.

#LaVozDeGuaicaipuro