Jonathan Cook / CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Un grupo de muchachos palestinos preparando “cometas
llameantes” en las proximidades de la valla de Gaza (Foto vía Twitter) Primero,
Israel construyó un sofisticado sistema para interceptar misiles llamado Cúpula
de Hierro y así neutralizar la amenaza de los cohetes de fabricación casera
lanzados desde Gaza.
Después, creó la tecnología que pudiera detectar y destruir
los túneles que los palestinos habían excavado profundamente a través de la
tierra reseca bajo las vallas que Israel levantó para encerrar Gaza por todas
partes.
La prioridad de Israel era mantener bloqueada Gaza e invisibilizar a sus
más de dos millones de habitantes.
Ahora, Israel se enfrenta a un nuevo desafío, al parecer más
duro aún: cómo detener la resistencia palestina desde Gaza que está utilizando
cometas llameantes que prenden fuego a las tierras cercanas en Israel. Los aviones
de combate F-16 están equipados para enfrentarse a muchos enemigos pero no a
una humilde cometa.
Los israelíes consideran estas diversas innovaciones de los
palestinos como parte de la misma e incesante campaña de Hamas para destruir su
país.
Pero desde Gaza, las cosas parecen muy diferentes. Estas
iniciativas han sido impulsadas por una mezcla de emociones humanas
reconocibles: el rechazo a doblegarse ante una opresión implacable; el miedo a
convertirse en cómplices mediante el silencio y la inacción dejándose arrasar y
pasar al olvido, junto a la necesidad imperiosa de volver a recuperar el
control de la propia vida.
Los palestinos enjaulados en Gaza, a los que Israel niega la
entrada y salida por tierra, mar y aire desde hace más de una década, saben que
la vida allí es cada vez más insoportable. La mayoría de los jóvenes están
desempleados, gran parte de la infraestructura y la vivienda están irremediablemente
dañadas y las fuentes contaminadas del agua no son prácticamente aptas para el
consumo.
Tras oleadas de ataques militares, los niños de Gaza sufren
traumas y cicatrices mentales de muy difícil curación.
Toda esta catástrofe ha sido cuidadosamente pergeñada por
Israel, que la renueva y la refuerza a diario.
Las cometas han sido siempre un potente símbolo de libertad
en Gaza. Los niños las hacen volar desde los pocos lugares del diminuto y
atestado enclave donde la gente puede aún respirar: desde las azoteas de las
casas o las playas gazatíes.
Hace cinco años, la película Flying Paper documentaba los
exitosos esfuerzos de los niños de Gaza para establecer un nuevo record mundial
de vuelo masivo de cometas. Los niños desafiaron el bloqueo de Israel, que
impide la entrada de la mayor parte de los artículos, haciendo las cometas con
palos, periódicos y trozos de plástico.
La ambición de los niños consistía –aunque sólo fuera
brevemente- en recuperar los cielos de Gaza, que Israel domina con sus drones
mortíferos e invisibles, que zumban sin cesar sobre sus cabezas, y con misiles
que pueden arrasar un edificio hasta los cimientos en cuestión de segundos.
Una jovencita que observaba el encanto de las cometas
expresó: “Cuando volamos la cometa, sabemos que la libertad existe”.
En un mensaje garabateado en un muro podía leerse: “Tengo
derecho a sentir orgullo, a la educación, justicia, igualdad y vida.”
Pero el intento de record mundial no iba sólo de los sueños
de los niños y su desafío. Trataba de resaltar el confinamiento de Gaza y
enviar un recordatorio de que los palestinos también son humanos.
Esa misma generación de niños se ha convertido ya en los
jóvenes que semanalmente son atacados por los francotiradores israelíes en las
protestas pacíficas ante el perímetro de la valla: la característica más
visible de la infraestructura de encarcelamiento de Israel.
Un grupo de esos jóvenes ha vuelto de nuevo a volar las
cometas. Aunque se han negado a dejar de lado objetos infantiles, se han
liberado esta vez de su idealismo infantil. Su record mundial no les hizo ganar
la libertad y casi nadie prestó atención a su mensaje.
Después de que los francotiradores empezaran a mutilar a
miles de manifestantes, incluidos niños, personal médico y periodistas por la
impudicia de imaginar que tenían derecho a la libertad, los jóvenes del enclave
reinventaron la función de las cometas.
Si no sirvieron como recordatorio de la humanidad de los
palestinos, al menos podrían recordarle a Israel y al mundo exterior su
presencia y el coste de dejar que dos millones de seres humanos se pudran allí.
Así pues, se prendió fuego a las cometas convirtiéndolas en
emisarios ardientes que trasladaban un nuevo tipo de ajuste de cuentas hacia
Israel cuando aterrizaban al otro lado de la valla.
Los habitantes de Gaza pueden aún ver las tierras de las que
muchos de ellos fueron expulsados durante la desposesión masiva del pueblo
palestino en 1948 –bajo el patrocinio colonial de Occidente- a fin de crear un
Estado judío.
No sólo les arrebataron sus tierras sino que las comunidades
campesinas judías que les reemplazaron riegan ahora sus cosechas utilizando el
agua que se les quita a los palestinos, incluida el agua expoliada de los
acuíferos existentes bajo Cisjordania.
Las cometas han hecho llover fuego sobre ese idilio creado
por Israel a expensas de los habitantes de Gaza. Nadie ha resultado herido
aunque Israel afirme que extinguir los fuegos ha costado ya unos 2 millones de
dólares y que 7.000 acres de tierra agrícola han acabado dañadas.
Lamentablemente, dado el profundo sentido que de sus derechos
tienen muchos israelíes, una pequeña mella en su bienestar material no ha
afectado gran cosa a sus conciencias respecto al incomparablemente mayor
sufrimiento existente a sólo unos pocos kilómetros más allá, en Gaza.
En cambio, el ministro de la Seguridad Pública israelí,
Gilad Erdan, pidió la pasada semana que se disparara sobre todo aquel que
volara una cometa, incluidos los niños. Él y otros ministros están sosteniendo
que es necesario otro ataque militar a gran escala sobre Gaza para crear lo que
Erdan denomina “disuasión duradera”. Ese momento parece acercarse de forma
inexorable. Israel ha estado lanzado en los últimos días ataques aéreos de
castigo para detener las cometas y vengarse de las facciones palestinas que han
disparado, por vez primera en años, grandes cantidades de cohetes desde Gaza.
La administración Trump no pretende ya investirse como
mediadora. Y va públicamente de la mano con Israel. La semana pasada se retiró
del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU, acusándolo de ser una “fosa
séptica de parcialidad política” después de que el Consejo criticara a Israel
por ejecutar a manifestantes desarmados en Gaza.
En una visita a la región durante la semana pasada, Jared
Kushner, el yerno y asesor de Donald Trump, instó a los palestinos de a pie a
rebelarse contra la negativa de sus dirigentes a aceptar el plan de paz
largamente esperado de EE. UU., un plan que todas las evidencias disponibles
sugieren trata de socavar aún más las esperanzas palestinas de un Estado
viable.
Kushner parece no entender que el pueblo palestino está
expresando su voluntad de liberación protestando ante la valla de Gaza,
arriesgándose a que Israel les ejecute por hacerlo así.
Mientras tanto, el lunes [25 junio] se espera en Israel al
príncipe William, el primer miembro de la realeza británica en hacer una visita
oficial desde que el Mandato acabó hace setenta años.
Aunque Kensington Palace ha destacado que el viaje no tiene
carácter político, William se reunirá tanto con el primer ministro israelí
Benjamin Netanyahu como con el líder palestino Mahmud Abbas, en un itinerario
que ambas partes consideran una victoria.
Desde la posición privilegiada del Monte de los Olivos, en
la que podrá contemplar la Ciudad Vieja de Jerusalén, es posible que el
príncipe no consiga ver las batallas de cometas en los cielos de Gaza que ponen
de relieve quién es Goliat y quién es David. Pero debería ver lo suficiente en
Cisjordania y en el ocupado Jerusalén Este como para comprender que los líderes
occidentales se han decantado decisivamente del lado de Goliat.
(Este artículo apareció originalmente en el National de Abu
Dhabi.)
Jonathan Cook ganó el Premio Especial de Periodismo Martha
Gellhorn. Sus últimos libros
son: Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake
the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in
Human Despair (Zed Books). Su página en Internet es: www.jonathan-cook.net/
.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2018/06/25/the-defiance-that-launched-gazas-flaming-kites-cannot-be-extinguished/
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