Por Elizabeth Romero
La escuela como realidad territorial y/o la realidad territorial como escuela, pareciera un juego de palabras; pero desde la perspectiva política (teórica y práctica) que nos ocupa, es precisamente desde este punto que requerimos partir colectivamente.
Para algunos, la escuela además de un espacio para los encuentros discursivos, producción y diálogo de saberes, es una realidad territorial en si misma, ya que tiene prácticas concretas, un entramado de relacionamiento social fundamentado en valores y el ejercicio cotidiano de formas y mecanismos de participación con los sujetos sociales que hacen vida en un ámbito territorial determinado. Sin embargo, actualmente es pertinente y necesario reflexionar lo expuesto, en las posibilidades que brinda la escuela para el desarrollo del territorio más allá de lo que formalmente debe realizar al impartir a través de dispositivos didácticos, el diseño curricular.
Para algunos, la escuela además de un espacio para los encuentros discursivos, producción y diálogo de saberes, es una realidad territorial en si misma, ya que tiene prácticas concretas, un entramado de relacionamiento social fundamentado en valores y el ejercicio cotidiano de formas y mecanismos de participación con los sujetos sociales que hacen vida en un ámbito territorial determinado. Sin embargo, actualmente es pertinente y necesario reflexionar lo expuesto, en las posibilidades que brinda la escuela para el desarrollo del territorio más allá de lo que formalmente debe realizar al impartir a través de dispositivos didácticos, el diseño curricular.
Lo anterior, es de especial interés desde la lógica de la interacción escuela-comuna. Sin embargo, es de considerar que aún no se han generado los mecanismos de apropiación simbólica en los intercambios cognitivos correspondientes.
Se considera entonces que parte de los intercambios necesarios deben partir de la concepción de la realidad territorial como Escuela. Veamos, si somos parte del territorio, parte realmente integral, no parte contemplativa o en el mejor de los casos respetuosa del territorio (que reconocemos, para estos tiempos no es poca cosa), o si somos y nos asumirnos como parte de sus aspectos esenciales y definitorios, con sus posibilidades y potencialidades, aprendiendo incluso y a pesar de las practicas aprendidas, al vernos como parte de sus atributos (recordemos que cada vez que se analizan las condiciones físico ambientales del territorio, generalmente los instrumentos de análisis orientan su búsqueda a los problemas y limitaciones).
Solo al “vernos” en el territorio lograremos dar esa otra mirada, a decir de nuestros compañeros y compañeras del colectivo Huellas Karaive “para construir colectivamente el proyecto de vida comunal con lo esencial y definitorio”, o en palabras de Alí “si el hombre está en el paisaje, es un poco mas que el pájaro…”. Entonces “el proyecto de vida comunal” encontraría abrigo en nuestra Escuela y una gran complicidad, al reconocer que aprendemos desde la realidad territorial y que a su vez, ésta sin duda se reconoce parte de ella.
Este es un intercambio cognitivo para avanzar con firmeza, superando la perdida y el desamparo producto de la escisión y sus consideraciones practicas generadas por la lógica del capital, no podemos reproducir la pérdida progresiva del sentido de copertenencia territorial y natural, eso sería volver al antropocentrismo, negándonos la posibilidad del encuentro y de la vida.
@COPYLEFT / TODOS LOS ERRORES RESERVADOS
#LaVozDeGuaicaipuro
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