Por; Henys Peña (25/10/2017, actualizado el 01/08/2021).
Hay docentes que, al granjearse
el odio de unos y el afecto de otros, suscitan el interés general, es el caso
de Cecilio Acosta, superado el bicentenario de su nacimiento (San
Diego de Los Altos 01/02/1818), le dedicaremos varios textos, este el primero de
ellos. Como docente de una universidad que lleva su nombre, resulta inadmisible desentenderse de aquel a quien Martí dedico un excelso ensayo en la “Revista
Venezolana” y cuya autoría le hace acreedor de la expulsión de Venezuela por el
presidente Guzmán Blanco.
Luego de graduarse de abogado en
la Universidad Central de Venezuela (UCV), Cecilio Acosta se dedica a la docencia,
que será el principal oficio de su vida, dictando las cátedras de Economía
Política y Legislación Universal Civil y Criminal, también ocupa el cargo de Secretario
de la Facultad de Humanidades de la UCV. Incansable promotor de la “educación
crítica”, pública e “ilimitada”.
En palabras de Manuel Almeida,
Cronista del Municipio Guaicaipuro, Cecilio Acosta viene a ser una especie de “representación venezolana de Victo
Hugo que, desde una visión zamorana, puede ser mal interpretado, por su manifiesta
y frontal aversión a la guerra federal, en cuyo descargo debe quedar claro que,
lejos de ser por estar con los centralistas, a los que enfrenta igualmente, lo
hace desde una visión que reivindica la paz como requerimiento fundamental para
el progreso, en Cecilio Acosta la compasión y comprensión de las injusticias de
la sociedad son profundas e inequívocas”.
Es en resumen un liberal, que en su
obra “Cosas sabidas y por saberse”, parafraseando a Simón Rodríguez; afirma:
“Enséñese lo que se entienda, enséñese lo que sea útil, enséñese a todos”; con
esto se hace también un criticó de la educación universitaria, al concluir que no
cumplía con estas premisas.
Si bien es firme defensor de la descentralización,
porque cree en el papel protagónico del hombre, le privilegia en una defensa
del individualismo, que se complementa con la concepción de un hombre culto, un
hombre con una cosmogonía amplia y crítica y que es protagonista de la
transformación personal, familiar y colectiva. Inspirado por el renacimiento, no
dudó en señalar “Descentralicemos la enseñanza, para que sea para todos;
démosle otro rumbo, para que no conduzca a la miseria; quitémosle el orín y el
formulario, para convertirla en flamante y popular; procuremos que sea
racional, para que se entienda, y que sea útil para que se solicite”.
En contraposición a la
masificación de la educación, que apunta a que todo el mundo estudie, sin
importar con frecuencia la efectividad y utilidad real, propugna la educación o
instrucción “ilimitada”, con la que trasciende a la premisa de la masificación,
porque reivindica la igualdad de acceso, visto como derecho intrínseco a la
condición humana, concebido en el marco de un proyecto de país federal y democrático,
al tiempo que avizora en el horizonte el carácter permanente de la educación.
Podríamos discutir la vigencia o
no de las ideas de Cecilio Acosta, poner en duda su aporte a la educación
venezolana o cuestionarlo, pero lo que no es susceptible de duda es su firme
rectitud e inquebrantable honestidad, consigo mismo y con la república,
prefiriendo evitarse ser súbdito de los laureles que le pudieran atar a la
tiranía, no puso en venta su pluma, ni hipoteco sus ideas, aun al precio de una
vida modesta, un final lleno de penurias y la escasa difusión, en vida, de su
obra.
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