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El hecho educativo es, esencialmente ¿un hecho comunicativo?

Por Henys Peña

Se pregunta Lenin en su obra ¿Qué hacer? (1902), al desarrollar en el Capítulo V, ¿Puede un periódico ser organización colectiva?, pero es en el artículo ¿Por dónde empezar? (1901), que es más preciso, al afirmar “La misión del periódico no se limita, sin embargo, a difundir las ideas, educar políticamente y a atraer aliados políticos. El periódico no es sólo un propagandístico colectivo y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo”.


Reflexionamos sobre esto, para entrar a ¿Para qué escribimos?, teniendo como referente “el autogobierno”, y como ruta los procesos de comunicación, como componentes pedagógicos del aprendizaje. Ya por los años ‘70 Paulo Freire, andaba forjando el concepto de la educomunicación, quizás poco después Mario Kaplún le va dando profundidad, y posteriormente la UNESCO una especie de santa bendición.

La educomunicación se extiende rápidamente en Latinoamérica, agarradita de la mano de la educación popular, porque aceptar el término, implica comprender y comprometerse en las ideas que lo sustentan con todas sus consecuencias, apreciando las múltiples fuentes que la alimentan y las diversas corrientes en que deriva, conforme a los acentos que se le colocan. Solo se puede entender la educomunicación en el marco de procesos de transformación revolucionaria, dialógicos, culturales, dialécticos, en los que comunicadores/educadores y receptores/alumnos, alternan simultáneamente en el proceso de enseñanza aprendizaje y los roles de emisor receptor (aprehendizaje).

Con ello llegamos a donde queríamos, y podemos retomar las preguntas, para responderlas; en efecto la educación es esencialmente un hecho comunicacional, y una excelente razón, sino la mejor para escribir, pero en nuestro caso, con un par de signos distintivos, que cruzan transversal y permanentemente cada palabra, esos signos son; el carácter colectivo y el político, sobre los que ahondaremos otro día. Así como hablamos en otro momento de “los medios y la ingenuidad”, asimilando que los ciberespacios educativos conducen a una aceleración vertiginosa de la dialógica, y por ende a la necesidad de diferenciar la educomunicación, de los aparatos, plataformas, instrumentos y corotos, para centrarla en lo procesual, en la reflexión colectiva, en la participación y en la construcción colectiva y creativa de argumentos y acciones, de ideas y tareas.

Se trata, en conclusión, por ahora, en palabras de Lenin de “¡… cómo precisamente hay que educar, y educar con éxito!” para la transformación, para la liberación, para el autogobierno, queda siempre el viejo recurso de la guerrilla comunicacional, que no semiótica como recomienda Umberto Eco, por que esa es una guerrilla ligth con pretensiones reguladoras, la guerrilla comunicacional es guevarista o no será transformadora, que es lo que aspiramos desde la educomunicación.

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